Hoy, en versiones y aversiónes, los míticos y inmortales Ramones hacen una lograda versión del tema por el que siempre recordaremos a Louis Amstrong. A ver que os parece!!
Disfrutarlas!!
La melodía del silencio...
Simon & Garfunkel despegan su andadura por walking con su atemporal tema "the sound of silence", todo un clásico.
Disfrutarla!!
Disfrutarla!!
Desde el vibrante acero [Vol. 2]
Era de noche, las luces de las estrellas brillaban en los Alpes celestes mientras eran menospreciadas por las farolas que alumbraban la callejuela, angosta y lóbrega, de la sala. Decían que era un mago, un enviado de Orfeo que portaba su mensaje por todo el mundo. No será para tanto, pensaba, un buen músico, nada del otro mundo. Pocas veces se alegra uno de equivocarse; ésta fue una de ellas. Para cuando entramos ya estaba allí subido, sobre el escenario, sobre el altar, escupiendo notas.
Llevaba impregnada una explosiva pólvora capaz de arder en cualquier momento e incendiar el mundo entero en sus dedos mientras tú sólo notabas, incapaz de hacer nada, como se te encrespaba la piel con cada choque entre la cuerda y la púa. Pero el volcán aún no estallaba, se reservaba para el momento adecuado, y, hasta que éste viniese, advertía a los desasosegados espectadores mostrando la magmática lengua de la bestia que llevaba entre las manos, de seis cuerdas, roja. Los truenos clamaron de impaciencia, la tormenta se posó sobre nuestras cabezas.
Como si el Sol explotase y nosotros, pobres mortales, tuviésemos el privilegio de ver escupir fuego del mismo corazón del astro rey, posando y desnudándose ante nuestros ojos, fotograma a fotograma, con una velocidad que se reía del tiempo y la distancia. Como una flor floreciendo y desfloreciendo una vez tras otra, interminablemente, alternando sus pétalos con la infinitud de los colores en forma de sones.
Bailaba sobre el mástil de aquel su velero. Más bien, eran las propias notas las que trataban de seducir al guitarrista, al poeta, para formar parte de él aunque fuera tan sólo por un instante; le rodeaban, le acariciaban, le susurraban al oído, y, con un miserable movimiento de su mano, les concedía sus deseos o se los negaba.
Los sonidos se golpeaban unos a otros pero, lejos de tumbarte, te transportaba a algún lugar perdido, alejado la mano del hombre corriente, al rincón secreto dónde pacen los dioses. A tú alrededor se unía los sentidos unos con otros; sabores, olores y tactos eran uno sólo ahora. El fuego de Heráclito se encendía de nuevo en nuestro interior, dispuesto a hacer aquello para lo que había nacido. El público vibraba. Era tiempo de cambiar.
Sonaron los cristales al estallar en miles de cientos de pedazos cuando cayeron contra el suelo, mientras aquella endemoniada guitarra no dejaba de escupir balas. Sí, fuimos asesinados, y renacimos. Sentimos una infiel daga atravesándonos el corazón, el alma, mas más extraño fue ver nuestra propia mano ensangrentada por nuestras entrañas empuñando el fatídico acero. De la herida del costado de cristo brotaron las nubes que pronto nos rodearon, nos elevaron a la cuna de la luna y allí, como una vez en el edén, nos desnudamos. Incrédulos, desnudas nuestras almas de toda vestidura, despojados nuestros cuerpos de su usual cárcel, exaltados, apilados los unos con los otros a la sombra de aquel gigante.
Nadie supo cómo ni qué había sucedido. Pero allí estábamos. Maravillados. Incapaces de movernos. Temerosos del vibrar de las cuerdas, de su hablar, de su pensar. Por suerte, o por desgracia, el concierto ya había terminado.
Las luces de las farolas parpadeaban en nuestro regreso a casa.
Llevaba impregnada una explosiva pólvora capaz de arder en cualquier momento e incendiar el mundo entero en sus dedos mientras tú sólo notabas, incapaz de hacer nada, como se te encrespaba la piel con cada choque entre la cuerda y la púa. Pero el volcán aún no estallaba, se reservaba para el momento adecuado, y, hasta que éste viniese, advertía a los desasosegados espectadores mostrando la magmática lengua de la bestia que llevaba entre las manos, de seis cuerdas, roja. Los truenos clamaron de impaciencia, la tormenta se posó sobre nuestras cabezas.
Como si el Sol explotase y nosotros, pobres mortales, tuviésemos el privilegio de ver escupir fuego del mismo corazón del astro rey, posando y desnudándose ante nuestros ojos, fotograma a fotograma, con una velocidad que se reía del tiempo y la distancia. Como una flor floreciendo y desfloreciendo una vez tras otra, interminablemente, alternando sus pétalos con la infinitud de los colores en forma de sones.
Bailaba sobre el mástil de aquel su velero. Más bien, eran las propias notas las que trataban de seducir al guitarrista, al poeta, para formar parte de él aunque fuera tan sólo por un instante; le rodeaban, le acariciaban, le susurraban al oído, y, con un miserable movimiento de su mano, les concedía sus deseos o se los negaba.
Los sonidos se golpeaban unos a otros pero, lejos de tumbarte, te transportaba a algún lugar perdido, alejado la mano del hombre corriente, al rincón secreto dónde pacen los dioses. A tú alrededor se unía los sentidos unos con otros; sabores, olores y tactos eran uno sólo ahora. El fuego de Heráclito se encendía de nuevo en nuestro interior, dispuesto a hacer aquello para lo que había nacido. El público vibraba. Era tiempo de cambiar.
Sonaron los cristales al estallar en miles de cientos de pedazos cuando cayeron contra el suelo, mientras aquella endemoniada guitarra no dejaba de escupir balas. Sí, fuimos asesinados, y renacimos. Sentimos una infiel daga atravesándonos el corazón, el alma, mas más extraño fue ver nuestra propia mano ensangrentada por nuestras entrañas empuñando el fatídico acero. De la herida del costado de cristo brotaron las nubes que pronto nos rodearon, nos elevaron a la cuna de la luna y allí, como una vez en el edén, nos desnudamos. Incrédulos, desnudas nuestras almas de toda vestidura, despojados nuestros cuerpos de su usual cárcel, exaltados, apilados los unos con los otros a la sombra de aquel gigante.
Nadie supo cómo ni qué había sucedido. Pero allí estábamos. Maravillados. Incapaces de movernos. Temerosos del vibrar de las cuerdas, de su hablar, de su pensar. Por suerte, o por desgracia, el concierto ya había terminado.
Las luces de las farolas parpadeaban en nuestro regreso a casa.
El blues de Menphis
El otro día, escuchando el CD que el amigo Sergio nos recomendó de Dylan, me encontre con esta canción que hasta entonces creía de Kiko veneno.
Vosotros direis cual es mejor.
Disfrutarlas!
Vosotros direis cual es mejor.
Disfrutarlas!
Desde el vibrante acero [Vol. 1]
Padre la guardaba sobre el armario, dónde nosotros no la pudiésemos coger, aunque sí soñar con ella cuando nadie estaba en casa, cuando nadie nos podía ver. Nos gustaba ver como la tocaba, eran canciones sencillas, ritmos poco elaborados, pero pegadizos. Había aprendido de niño por capricho del destino, un buen día le llegó a sus manos y al siguiente ya estaba aprendiendo a tocarla. Siempre le puso interés, aunque jamás el suficiente. Padre no era hombre de complicada vida. Le gustaban las cosas fáciles, sin aventurarse más de lo necesario; odiaba las cosas que le resultasen problemáticas. Solía tocar en el comedor, en verdad, tampoco tenía ningún otro lugar donde hacerlo. Las tardes de domingo eran, en su mayoría, las escogidas. Iba a su habitación, bajaba la guitarra, iba al comedor, la desenfundaba con un cuidado que siempre parecía excesivo, la afinaba con un oído con varias canas y empezaba a acariciarla.
Aquella tarde la dejó fuera, sobre el sofá, conectada al amplificador. Oí como el rojo metalizado de su piel me llamaba. Me fijé en las cuerdas, ansiosas por gritar. La púa estaba sobre la mesa. Padre había ido a hablar con madre, parecía enfadada, así que probablemente iba a tardar. No creí que fuera a pasar nada por cogerla una sola vez. Pero pasó, algo pasó cuando el áspero acero rozó las yemas de mis dedos. Como si un maestro titiritero hubiese tomado posesión de mi cuerpo, de mi voluntad, empezaron a emanar las notas. La guitarra empezó a vomitar versos sobre el aire, recorriendo la habitación y exiliándose por el largo pasillo, salpicando con sones los colores de las paredes, escandalizando los rostros de los cuadros, gimiendo de placer. Y yo era su particular musa. No podía parar, no quería parar. Me sentía como jamás antes me había sentido, tal vez sea eso que la gente llama libertad.
De eso hace ya mucho tiempo. El reloj me robó los recuerdos. A partir de ahí, tan sólo consigo acordarme de mi padre, de pie bajo el umbral de la puerta, con los ojos como platos. Le temblaban las manos. Se acercó a mí, creía que iba a regañarme pero, en vez de eso, me puso la mano sobre la cabeza y sonrió, sonrió como nunca más lo hizo. A los pocos días murió, estaba enfermo, nos contó madre, por eso solían discutir. Nunca quiso que lo supiésemos. Yo era muy pequeño para comprender que estaba ocurriendo, que había ocurrido, que iba a ocurrir. Sobre mi padre...en fin, me dejó su vieja guitarra, con eso me bastaba.
Aquella tarde la dejó fuera, sobre el sofá, conectada al amplificador. Oí como el rojo metalizado de su piel me llamaba. Me fijé en las cuerdas, ansiosas por gritar. La púa estaba sobre la mesa. Padre había ido a hablar con madre, parecía enfadada, así que probablemente iba a tardar. No creí que fuera a pasar nada por cogerla una sola vez. Pero pasó, algo pasó cuando el áspero acero rozó las yemas de mis dedos. Como si un maestro titiritero hubiese tomado posesión de mi cuerpo, de mi voluntad, empezaron a emanar las notas. La guitarra empezó a vomitar versos sobre el aire, recorriendo la habitación y exiliándose por el largo pasillo, salpicando con sones los colores de las paredes, escandalizando los rostros de los cuadros, gimiendo de placer. Y yo era su particular musa. No podía parar, no quería parar. Me sentía como jamás antes me había sentido, tal vez sea eso que la gente llama libertad.
De eso hace ya mucho tiempo. El reloj me robó los recuerdos. A partir de ahí, tan sólo consigo acordarme de mi padre, de pie bajo el umbral de la puerta, con los ojos como platos. Le temblaban las manos. Se acercó a mí, creía que iba a regañarme pero, en vez de eso, me puso la mano sobre la cabeza y sonrió, sonrió como nunca más lo hizo. A los pocos días murió, estaba enfermo, nos contó madre, por eso solían discutir. Nunca quiso que lo supiésemos. Yo era muy pequeño para comprender que estaba ocurriendo, que había ocurrido, que iba a ocurrir. Sobre mi padre...en fin, me dejó su vieja guitarra, con eso me bastaba.
La historia del aprendiz
Siéntese, ahí, en el diván. Preste etención, se lo ruego, pues pretendo hablarle del día a día, del sueño a sueño. Podría interesarle.
Les contaré la historia de una campesino, de un plebeyo, de un noble, de un sacerdote, de un rey, de un héroe, de un dios.
Érase una vez, que se era, un joven aprendiz de pintor quien, un buen día, gritó "¡Sin patria ni bandera, ahora viviré a mi manera!" Irónica frase, pues ella misma ya es un himno, una patria, una bandera. Tal aprendiz se echó al mundo furibundo, corazón al descubierto, como el salmón nadando a contracorriente. Estúpido él, pues olvidó las pastillas para no soñar. En su odisea trató de trazar líneas, curvas y rectas, anchas y delgadas, que ni tan siquiere la propia imaginación podría crear; quería encontrar nuevos colores para un cielo vertedero de bómitos de humo, esperaba encontrar rosas en el mar.
Pero era incapaz. Apenas sabía usar los colores amarillo y azul, rojo y verde, naranja y marrón; apenas sabía trazar una línea recta, o una completamente redonda. Break on through le habían dicho. Palabras demasiado maduras para un simple aprendiz. Había visto el lado más bestia de la vida, quedándose atónito.
Así que se sentó, sin razón, en el portal, cara al sol, y dibujó todo aquello que veía. Coches, personas, perros, gatos, farolas, carreteras, basureros, etc....tanto como pudiese, tanto como quisiese.
Sí, el joven aprendiz aprendió a ser aprendiz cuando aprendió a aprender de los demás. No por nada dicen que la sabiduría es de viejos.
Les contaré la historia de una campesino, de un plebeyo, de un noble, de un sacerdote, de un rey, de un héroe, de un dios.
Érase una vez, que se era, un joven aprendiz de pintor quien, un buen día, gritó "¡Sin patria ni bandera, ahora viviré a mi manera!" Irónica frase, pues ella misma ya es un himno, una patria, una bandera. Tal aprendiz se echó al mundo furibundo, corazón al descubierto, como el salmón nadando a contracorriente. Estúpido él, pues olvidó las pastillas para no soñar. En su odisea trató de trazar líneas, curvas y rectas, anchas y delgadas, que ni tan siquiere la propia imaginación podría crear; quería encontrar nuevos colores para un cielo vertedero de bómitos de humo, esperaba encontrar rosas en el mar.
Pero era incapaz. Apenas sabía usar los colores amarillo y azul, rojo y verde, naranja y marrón; apenas sabía trazar una línea recta, o una completamente redonda. Break on through le habían dicho. Palabras demasiado maduras para un simple aprendiz. Había visto el lado más bestia de la vida, quedándose atónito.
Así que se sentó, sin razón, en el portal, cara al sol, y dibujó todo aquello que veía. Coches, personas, perros, gatos, farolas, carreteras, basureros, etc....tanto como pudiese, tanto como quisiese.
Sí, el joven aprendiz aprendió a ser aprendiz cuando aprendió a aprender de los demás. No por nada dicen que la sabiduría es de viejos.
El cuento de hadas
Esta semana el Chojin entra en nuestro querido blog.
La canción seleccionada es el final del cuento de hadas del CD Rap positivo, que habla de los malos tratos.
La canción seleccionada es el final del cuento de hadas del CD Rap positivo, que habla de los malos tratos.
¡A soplar!
¿Hoy es 10 no?
Siento no haber encontrado un calidad mejor de video, la mítica Marylin era más antigua de lo que parecía.
Dragon Ball Evolution
Sí, hoy hablaremos de uno de los mayores sacrilegios de la historia: Dragon Ball Evolution. Llega a la gran pantalla, como se suele decir, uno de los mangas más populares de la historia en su versión, pongamos, más humana.
No entiendo muy bien a que viene eso de Evolution, aunque, para ser sincero, tampoco lo de Dragon Ball. Unos personajes poco logrados, solo hay que fijarse en el pelo no azul de Bulma, en el pelo, cuando yo siempre lo conocí calvo, del mítico maestro Roshi, en Chi-Chi, que, bueno, ni fu ni fa, en Yamsha, un pelele "mascachapas" que aparece por casualidad, sin olvidarse del protagonista principal, ése que sale en la foto cogiendo una bola de fuego, supuesta "bola de dragón", que, en fin, es humano, para imaginarse la gran catástrofe.
No es fácil pasar un manga a personas reales, eso es comprensible, pero que ni el argumento sea, más o menos, parecido, bueno, decente, es ya bastante triste.
Entre tantas sagas que contiene la serie había que escoger una, la elegida, pues, fue de las primeras importantes, el ataque de Piccolo, pues están pensado hacer dos más, Dios nos libre de ese segundo diluvio, y es lógico empezar desde el inicio. Piccolo desea encontrar las 7 bolas de dragón ayudado, claro está, por su conocida lacaya, lacaya y humana, no digo más. Entre tanto, Goku, estudiante de una escuela, cuando en verdad apenas sabía sumar, entre ligoteo y ligoteo con Chi-Chi, chica popular, como no, de la clase, deverá aprender la técnica del Kame-Ham-Ha (Desintegrador de luz y Onda vital he oído decir en bocas infieles) para así derrotar al malvado Rey Piccolo, sin olvidar, claro está, la difícil tarea de descubrir su verdadero yo (lo del mono y tal).
Resumiendo, una película que nada tiene que ver ni con el manga, ni con el mito en el que se inspiró el manga. Quienes esperáis ver algo parecido a la obra de Akira Toriyama, lo veréis, quienes esperáis ver su creación más popular os quedaréis con ls ganas.
No entiendo muy bien a que viene eso de Evolution, aunque, para ser sincero, tampoco lo de Dragon Ball. Unos personajes poco logrados, solo hay que fijarse en el pelo no azul de Bulma, en el pelo, cuando yo siempre lo conocí calvo, del mítico maestro Roshi, en Chi-Chi, que, bueno, ni fu ni fa, en Yamsha, un pelele "mascachapas" que aparece por casualidad, sin olvidarse del protagonista principal, ése que sale en la foto cogiendo una bola de fuego, supuesta "bola de dragón", que, en fin, es humano, para imaginarse la gran catástrofe.
No es fácil pasar un manga a personas reales, eso es comprensible, pero que ni el argumento sea, más o menos, parecido, bueno, decente, es ya bastante triste.
Entre tantas sagas que contiene la serie había que escoger una, la elegida, pues, fue de las primeras importantes, el ataque de Piccolo, pues están pensado hacer dos más, Dios nos libre de ese segundo diluvio, y es lógico empezar desde el inicio. Piccolo desea encontrar las 7 bolas de dragón ayudado, claro está, por su conocida lacaya, lacaya y humana, no digo más. Entre tanto, Goku, estudiante de una escuela, cuando en verdad apenas sabía sumar, entre ligoteo y ligoteo con Chi-Chi, chica popular, como no, de la clase, deverá aprender la técnica del Kame-Ham-Ha (Desintegrador de luz y Onda vital he oído decir en bocas infieles) para así derrotar al malvado Rey Piccolo, sin olvidar, claro está, la difícil tarea de descubrir su verdadero yo (lo del mono y tal).
Resumiendo, una película que nada tiene que ver ni con el manga, ni con el mito en el que se inspiró el manga. Quienes esperáis ver algo parecido a la obra de Akira Toriyama, lo veréis, quienes esperáis ver su creación más popular os quedaréis con ls ganas.
Subscriure's a:
Missatges (Atom)