Siéntese, ahí, en el diván. Preste etención, se lo ruego, pues pretendo hablarle del día a día, del sueño a sueño. Podría interesarle.
Les contaré la historia de una campesino, de un plebeyo, de un noble, de un sacerdote, de un rey, de un héroe, de un dios.
Érase una vez, que se era, un joven aprendiz de pintor quien, un buen día, gritó "¡Sin patria ni bandera, ahora viviré a mi manera!" Irónica frase, pues ella misma ya es un himno, una patria, una bandera. Tal aprendiz se echó al mundo furibundo, corazón al descubierto, como el salmón nadando a contracorriente. Estúpido él, pues olvidó las pastillas para no soñar. En su odisea trató de trazar líneas, curvas y rectas, anchas y delgadas, que ni tan siquiere la propia imaginación podría crear; quería encontrar nuevos colores para un cielo vertedero de bómitos de humo, esperaba encontrar rosas en el mar.
Pero era incapaz. Apenas sabía usar los colores amarillo y azul, rojo y verde, naranja y marrón; apenas sabía trazar una línea recta, o una completamente redonda. Break on through le habían dicho. Palabras demasiado maduras para un simple aprendiz. Había visto el lado más bestia de la vida, quedándose atónito.
Así que se sentó, sin razón, en el portal, cara al sol, y dibujó todo aquello que veía. Coches, personas, perros, gatos, farolas, carreteras, basureros, etc....tanto como pudiese, tanto como quisiese.
Sí, el joven aprendiz aprendió a ser aprendiz cuando aprendió a aprender de los demás. No por nada dicen que la sabiduría es de viejos.
1 comentari:
Buen texto tributo. Me ha gustado.
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