Like a Rolling Stone

Volvimos a unos 100 km por hora. No íbamos deprisa. La ventanilla bajada y el sol levantándose sobre un nublado cielo, la brisa del asfalto acariciándonos mientras el olor del canuto no dejaba a nadie indiferente. Fue un gran regreso. Tan sólo tiré dos cosas en faltas: unas buenas gafas de sol y una canción de un tipo llamado Dylan.
Al llegar a casa sacie uno de esos apetitos.