Cenizas en danza y la esperanza en carnaza con una mirada de terneza macabra, nada más dejó Aurora, aparte de una bala en el hombro. Aún no sé cómo pudo fallar a esa distancia, no sé siquiera por qué falló. Ella era la mejor espía con la que había trabajado, hasta entonces. Ahora Aurora me daba hora para disparar.
Me vestía el sombrero cuando oí a Malone derrapar sobre el asfalto mojado. No me molesté en despedirme de Clarisse, cuando nos casamos le advertí del futuro. Entre la parroquia vecinal no se hacen cosas como esas y al cerrar la puerta todo quedó dicho.
Para gente como yo era la peor hora posible, y solemos esperarla todos los días con la calma de la tristeza y la ansiedad del deseo. Sin demasiada prisa me acerqué a Malone.
— Llegas tarde.
— Ya lo sé, ya lo sé. Toma, ahí están las órdenes. ¿Necesitas algo más?
— Sólo la orden.
— Esto te viene grande. Déjaselo a otro, lo comprenderán. Yo mismo lo haré.
— Hasta la próxima Malone.
Me entregó el sobre con la dirección apuntada en letra clara con tinta azul algo corrida por la lluvia y se fue en la dirección contraria mientras yo guardaba la carta en el bolsillo interior izquierdo de la gabardina.
Desgraciado Malone, ella es mía, mía, solamente mía. ¿Qué iba a hacer contra ella? No tiene ninguna posibilidad, no tiene nada que hacer allí. Yo ahora tengo una orden, ni sentidos ni razones ni causas ni sentimientos, una orden, es lo único que necesito, una orden que ya es mía.
Me paré en la esquina de la Décima con la Octava, junto a la farola, con la cabeza levantada veía la luz que salía de la habitación mientras la lluvia se colaba por debajo del sombrero. Ellos estaban esperándome, Malone había hecho su trabajo, Clarisse dormía, y yo tenía que llamar a Aurora.
Me pregunté… me pregunté en qué estaría pensando.
2 comentaris:
me gusta como queda la aliteración del principio, le da un rollo muy guay
Buena pinta tiene... veremos como se desarrolla en las proximas semanas!!
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