Desde el vibrante acero [Vol. 4]


La lluvia cae desde lo alto del cielo para rebotar sobre la pulida madera del ataúd y romperse en diminutos cristales acuosos como los que recorren nuestras mejillas, fugadas de las cuencas de los ojos. Alguien habla, no le conozco, supongo será un familiar, algo así a un amigo. Las palabras se ensordecen para perderse en la inmensidad del mundo antes de llegar a mis oídos, lástima que no ocurra lo mismo con la melancólica dama que llora a mi lado; creo que es su madre.

Cuantísima gente de negro hay, nunca lo pude haber imaginado, parece la marea oscurecida por la noche que trata desesperadamente de llegar a la orilla, y yo tengo el privilegio de estar cerca de la soñada arena. Para ser sincero conmigo mismo, pues no creo, ni deseo, que nadie más pueda escuchar mis pensamientos, jamás fue de mi completo agrado. Gran músico, eso jamás se lo negaré, pero patético para vivir, patético para existir. Lo tuvo todo, dinero, mujeres, admiración, el cielo en sí, ya no al alcance, si no en su misma mano, en su guitarra, aunque supongo que algo echaría en falta. Tocamos un par de veces juntos, por suerte, seguirle me resultaba imposible, yo soy solamente un cualquier batería sacado de las calles de Buenos Aires al que le gusta tomarse un mate después de comer, ¿cómo voy a seguir a alguien como él? Es como querer convertir el carbón en oro.

Cuando le conocí, me pareció ver a un moribundo, hasta el punto, que creía haber sido engañado. Pero yo fui yo el único que se engañó a si mismo. La magia del beso que despierta al príncipe encerrado en la rana es la que convirtió aquel mendigo en quien debía ser. Aunque su música, ya no era como la de antes, como la del principio; angustiadas, breves, cortadas notas antes de llegar a sonar como saben, como deben, como nacieron, se entrelazaban unas con otras en una orgía sin sentido, de estridentes sonidos que agitan la tranquilidad de los oídos. Era como el desgarrador chillido de la garganta a la que una soga aprieta y aprieta, la cual grita, cosa imposible, pero lo hace, mas no es escuchada, mas no es atendida.

No sé que vio este pobre diablo en los ojos que le miran desde el espejo, o los que le miran desde el público, desde los aplausos. No sé que vio este hombre, o que dejo de ver. No sé que comprendió, o que dejó de comprender. No se que sintió, o dejó de sentir...pero tampoco quiero saberlo. Las personas, como animales que somos, sólo tratamos de sobrevivir en el despiadado mundo que se abre por la boluda concha de nuestras madres. Comer antes de ser comido, huir antes de ser cazado; al fin, todo se reduce a eso. Pero este hombre, este diablo, este dios, comprendió, tal vez, que las personas no son simples animales, que son algo más, pues tuvieron la osadía de crear y destruir a seres como dios. Y todo ello, nada más, para huir de la verdad, de la temida verdad: que todos somos animales, como he dicho, y sólo tratamos de sobrevivir, de sobreponernos al día a día.

Alguien dijo una vez que la felicidad es el fin último, que la felicidad es la libertad. Pero de eso hace mucho, demasiado. La felicidad es una triste quimera, tramposa y embustera que encierra demasiados secretos. Que en paz descanse, y allí dónde vaya, que encuentre lo que aquí no encontró.

Mirad, una paloma blanca alzando el vuelo. Qué hermosa es.

1 comentari:

Sergio ha dit...

Esta sección engradece el mundo bloggeeerr con orgullo y dignidad.
Estamos ante algo importante.