Capítulo V: Fría indiferencia

Anonadado. Patidifuso. Dolido. Exhausto. Helado. Todos esos y mil adjetivos más me definían perfectamente en aquél momento. La traición duele. Siempre. Por mucho que te la esperes. Y sobre todo si no te la esperas. Más todavía si encima viene de alguien cercano a ti. Pero así es la vida. A base de golpes uno se hace fuerte. Bueno, más que fuerte diría que duro. Incluso insensible. Indiferente. En aquél momento me di cuenta de que ya nada tenía importancia ni valor para mí. Más que golpes, yo había recibido balazos, y nunca mejor dicho. Pero aquél había sido el superlativo, por encima de todos los anteriores. Cuando piensas que nada te puede sorprender y que nada puede ser peor, ahí llega algo que te demuestra lo equivocado que estás. Ya no confiaba en nadie. Ni siquiera en padre. De hecho, en él menos que en nadie. Sabía que era un tipo duro, demasiado. Y entendía su punto de vista. Pero se había pasado.

Bueno, al menos había averiguado por qué falló Aurora al disparar. Esa pregunta me había estado carcomiendo las entrañas durante mucho tiempo, demasiado. Lo de Darmody lo suponía ya. Ese cabrón siempre estaba al acecho, como un ave de rapiña, sin dejar escapar la mínima oportunidad para aprovecharse de las situaciones y desgracias ajenas. Ahora tenía que poner mis pensamientos en orden y aclarar mis sentimientos. Sobretodo antes de ver a Malone y Aurora. Pero eso ya no era posible. Ya era tarde. Sabía que me estaban esperando y que no podía permanecer así eternamente.

Una imagen pasó rápidamente por mi mente. Fugaz, como una estrella: Malone. Yo. Un disparo entre ceja y ceja. Otro en la sien. Fin. Me pregunté si sería capaz, si de verdad tendría esa sangre fría. Sabía que si estaba Aurora, la respuesta sería no. Era ridículo. Todavía me temblaban las rodillas cada vez que la recordaba. Y la bala. Dichosa bala. A veces deseaba que no hubiera fallado. Incluso ahora, que sabía que había fallado adrede, siguiendo órdenes. Durante un pequeño instante, deseé dispararle a ella también. Pero sabía que no lo haría. Odiaba esa sensación. Un tipo duro, como se suponía que era yo, no debería andarse con chiquitas. Como padre. Él sí que nunca flaqueaba, ni un segundo. Pero yo era distinto. Por mucho que intentara ocultarlo.

Finalmente llegué abajo. Consulté mi reloj de pulsera. Sorprendentemente, solo habían pasado 3 minutos desde la conversación de padre. Los pensamientos eran más rápidos que yo. Sin vacilar, monté en el coche. Aurora estaba en el asiento trasero, lo que significaba que me cedía el puesto de copiloto. Malone, como no podía ser de otra forma, iba al volante. Pensé que eso me facilitaría las cosas a la hora de pegarle un tiro en la sien. Quizás en algún semáforo, donde ni mi vida ni, sobre todo, la de Aurora corrieran peligro. Sabía que ella no gritaría. Permanecería impasible, como siempre.

Sin dirigirnos la palabra, arrancamos. Al siguiente cruce, viramos a la izquierda, luego a la derecha, después de nuevo a la izquierda. Y así sucesivamente, siguiendo un camino que conocía de memoria. Me di cuenta de que ya ni siquiera deseaba la muerte de Malone. Ni de Darmudy. Ni la venganza. Tampoco hablar con Aurora.

Finalmente llegamos. Al bajar del coche, rápidamente y sin dudar un solo instante, disparé a las ruedas del coche y volé el espejo retrovisor. Otro disparo más y todo se llenó de cristales. Acto seguido, sin esperar su reacción, entré en el portal, en busca del dichoso Darmody. Le había reservado la última bala. Sabía que esta vez el pulso no me temblaría ni fallaría. Directo al centro de la frente. Y así lo hice. Eché la puerta abajo de una sola patada y allí estaba el cabrón. Esperé medio segundo, el suficiente para que supiese que era yo y mi imagen fuese la última que viese, y disparé. Me di media vuelta, pasé entre Aurora y Malone y me marché de allí. Ni siquiera sé si me miraron, ni qué dijeron, si es que dijeron algo. Ni quería saberlo. Había llegado la hora de actuar.

Sin pausa pero sin prisa, con las manos en los bolsillos y reflexionando sobre mi próximo paso, abandoné la escena del crimen. Ajuste de cuentas, más bien. Aquél cabrón se lo merecía.

1 comentari:

Anònim ha dit...

Interesante, interesante. El protagonista se hace mayor definitivamente. Parece que Malone se ha salvado, por el momento. ¿Y Aurora?

¿Qué final nos preparará Andrés? ¿nos sorprenderá con una nueva historia tal vez?