Desde Bravery Repetition and Noise, los rivales de Dandy Warhols, The Brian Jonestown Massacre con su Nevertheless.
Sherlock (TV)
Emoción, drama,intriga y un finisisísimo humor inglés que te mantendrán enganchado a la pantalla durante unos larguísimos capitulos de hora y media (que en cambio, se pasan volando).
Kingdom of doom
El tiempo de las cerezas.
En 2006 un dueto de voces e imágenes se unió en El tiempo de las cerezas, un doble álbum cantado entre Bunbury y Vegas. Trabajo de música enrabiada con una electricidad entristecida, algo alejado del estilo habitual de los dos cantantes, aunque sin olvidarlo del todo gracias a temas como Va a empezar a llover. Trabajo, cuyas letras tampoco rompen totalmente con ellos, en el que destaca Vegas por encima del antiguo héroe.
London Calling
En 1979 The Clash lanzó London Calling, llegando a ocupar en 2003 la octava posición de los 500 mejores álbumes de todos los tiempos de la famosa Rolling Stone, y con él su sencillo London Calling.
Dice algo así:
London calling to the faraway towns
Now that war is declared-and battle come down
London calling to the underworld
Come out of the cupboard, all you boys and girls
London calling, now don't look at us
All that phoney Beatlemania has bitten the dust
London calling, see we ain't got no swing
'Cept for the ring of that truncheon thing
The ice age is coming, the sun is zooming in
Engines stop running and the wheat is growing thin
A nuclear error, but I have no fear
London is drowning-and I live by the river
London calling to the imitation zone
Forget it, brother, an' go it alone
London calling upon the zombies of death
Quit holding out-and draw another breath
London calling-and I don't wanna shout
But when we were talking-I saw you nodding out
London calling, see we ain't got no highs
Except for that one with the yellowy eyes
The ice age is coming, the sun is zooming in
Engines stop running and the wheat is growing thin
A nuclear error, but I have no fear
London is drowning-and I live by the river
Omen
Biohazard and Cypress Hill
MC ESCHER
Tinta roja.
Dos años después de su regreso con El cantante, regreso tras los cuatro años que transcurrieron desde El salmón, un tal Andrés Calamaro presentó Tinta Roja, un disco de diez tangos y ninguno con su firma, un álbum en el que colaboran, entre otros, el Niño Josele interpretando la guitarra clásica; una obra que el propio autor, en una entrevista en La 2 Noticias, reconoció como uno de sus mejores trabajos, junto a El cantante. Para mí, brutal.
Capítulo 6: El Castaño.
Desde la ventana Sara observaba la luna en el averno del firmamento que es su camino, con el rostro blanquecino, casi platino, de fino lino; el lirio de vidrio broche de la noche alumbrando el castaño del jardín a cuyo alrededor crecía jazmín, al Señor del Antaño, el castaño que en otoño ve traidor roedor al ruiseñor cantor. El castaño, de corteza arrugada arraigada en la edad, raído y enraizado, roído y enranciado. En recta loma reta a las rocas del manto palpitante, de ronco tronco roto por un rayo en él enterrado con canto tronante, dejándole un torrente de cicatrices perennes. Desazón de desolación, canción del corazón. Contempló entonces sus manos. Y en sus manos la grafía del tiempo, la caligrafía del mundo, el purpúreo frío aliento de su sentimiento y el helado legado del viento llegado desde Mileto.
Perdurará en el susurro de su murmuro como el beso en el verso, perdurará, preso e ileso, en el rezo.
— Querida, olvida el castaño.
— ¿Puedes tú dejar el antaño como el retoño de cualquier otoño?
— Yo sí. Susana no.
— Susana… la echo en falta.
— Yo también.
El Rompeolas.
Hoy, 20 de febrero del 2012, volvemos a la época dorada de un barcelonés llamado José María Sanz Beltrán y apodado Loquillo. El Rompeolas fue escrita, como tantas otras, por Sabino Méndez, el último Troglodita, publicada en 1988 en el álbum Morir en primavera, y es, aparte de una de sus mejores canciones, un trabajo que define perfectamente a Loquillos y los Trogloditas.
Déjala que caiga.
Paul Bowles, nacido en Nueva York en 1910 y fallecido en Tánger en 1999, compositor y escritor, presentó, tras el éxito de El cielo protector, de 1950, su segunda novela en 1952, Déjala que caiga, título inspirado, como el mismo autor confiesa, en unas palabras encontradas en la obra de William Shakespeare Macbeth. Una historia en la cual un ser inexistente llamado Dyar buscará su existencia por las calles de la Zona Internacional, la actual Tánger; una historia a primera vista muy prometedora pero que, en opinión propia, toca el fracaso, sobre todo, por un estilo a veces anodino. Les dejo una cita para que juzguen ustedes mismos:
Dyar se sentía aún descentrado: no era nadie, y estaba allí de pie en medio de un país inexistente. La ciudad era una falsificación: una sala de espera entre conexiones, una transición de una manera de ser a otra, algo que, de momento, no era ninguna de las dos cosas, no era nada. (…) Un poco más allá de las afueras se hallaba la frontera de la Zona Internacional y, detrás, las montañas. Dyar se vio a sí mismo como un prisionero que ha rota la primera barra de su celda, pero se encuentra todavía dentro. Y la libertad no estaba a la venta por 390 dólares.
El Bueno, el Feo y el Malo
Espaghetti western dirigido por Sergio Leone y protagonizado por un jovencísimo Clint Eastwood, que es todo un clásico del cine hasta el punto que Quentin Tarantino dijo que era la película mejor dirigida de la historia.
Esta película lo tiene todo señores: grandes actores con personajes atractivos y frescos, una historia con constantes giros argumentales, una banda sonora inolvidable por parte de Ennio Morricone y una fotografía digna de mención del maestro Tonino Delli Colli (encargado anteriormente de trabajos ya aparecidos en esta web, como "Pajaritos y pajarracos"). Pero unos buenos ingredientes no son nada sin un gran cocinero, que tras habernos sorprendido con Por un puñado de dolares, y con la muerte tenía un precio, (otros títulos de la trilogía del dolar), nos deja completamente prendados con un plato que sin duda alguna, nos encanta cada vez más.
(Contraindicada con los sensibles a la violencia, los disparos, las fanfarronadas del tio Clint, y los alérgicos a escenas largas (que por cierto, dan una tensión muy interesante a la película)).
Old Man
La novelística ficción.
Frecuente, por su insistente tono inocente, su asistente permanente, es verse enfrentado, sino confrontado, con quienes exhuman a los literatos e inhuman sus sonetos, quienes apilan sobre su estante, realmente a ellos distante, una constante resistente, cualquier instante elegante e inteligente por mera voracidad volviendo mendicidad tanta veracidad, volviéndose ellos, por tanto, pura mendacidad. Con quienes rasgan el verso, quienes desagarran la prosa, quienes desalman al autor. Con quienes leen pero no entienden ni comprenden.
Cómo comprenderán quienes engullen y no digieren a Blanchot cuando dice:
Quien atraviesa el verso escapa al ser como certeza, encuentra la ausencia de los dioses, vive en la intimidad de esa ausencia, se convierta en responsable, asume su riesgo, soporta su favor.
—M. Blanchot
Cómo comprenderán qué es encontrarse frente a uno mismo.
Deberían entregarse a las novelas caballerescas, a las heroicas, a las meramente dramáticas, románticas o cómicas. Aunque algo descontextualizada, y por ello traicionada, la cita siguiente muestra, si se contextualiza la crítica al presente, la novelística ficción de nuestros días:
El conocido herborista Montano escribe acerca de las populares novelas de caballería, calificándolas de <<monstruos, hijos de la estupidez, excremento e inmundicia reunidos para destruir la época>>. Muchos críticos españoles del siglo XVI consideraron la lectura de obras de ficción una ocupación literalmente descerebrada, carente de sentido, comparable según De Vallés, con los deseos de una mujer de ponerse elegante; una frivolidad banal, a la vez que antinatural.
—Jack Goody
Deberían éstos escaparse de las estoicas obras filosóficas y acurrucarse en esa ficción sin convicción ni ninguna motivación por la redacción de una ficción veraz y mordaz, de una narrativa descriptiva de la realidad que pudiera ser, perfectamente, pura falsedad. El mayor peligro de la ficción no es el autor, sino el lector.
El autor es preso de su voz de cantor, como el pintor de su color o el escultor de su escultura, de esa voz que puede volverse cultura, no tanto por el autor como por el lector.
La buena ficción posee un constructo estructural conceptual filosófico, consciente o inconscientemente, es el extracto de un pensamiento existencial, existencial en tanto que se traba en la ciencia de la conciencia de la existencia. Desde El Buscón de Quevedo hasta el Fausto de Goethe, desde el Sueño de una noche de verano de Shakespeare hasta La metamorfosis de Kafka. Ya esté pintada la obra con lo trágico, con lo romántico o con lo cómico, sustenta en su asta el sentimiento de ser, sentir y existir. Y antes que escritores o pensadores son artistas los grandes novelistas: pulen las aristas, redondean las esquinas, agrandan los personajes, envilecen los villanos, divinizan lo mundano, preparan brebajes con palabras como las brujas con hechizos, maleficios y sortilegios, y, antes de terminar el cuento o el relato, ya eres presa del contagio del encantamiento mágico y lírico, poético. De poco sirve la poesía sin filosofía, o la filosofía sin poesía. Sin poesía el relato está a merced del lector, sin filosofía el cuento está lejos de ser relato. Porque el estilo es quien te mantiene en vilo, con quien se goza cuando te roza, quien vierte susurro y murmuro sigilosamente en la conciencia. Es una caricia ponzoñosa, una sonrisa erótica, una seducción retórica, la afable invocación de lo inimaginable.
¿Dónde está, hoy, la sutileza de la rudeza de Hemingway? ¿La rítmica poética de Shakespeare? ¿Dónde la lira sátira de Quevedo? ¿Dónde el dramático verso romántico de Bécquer o ese canto del esperpento de Del Valle Inclán? Perdidos en las fauces de los devoradores, quienes dicen conocerles, peor incluso, quienes dicen imitarles.
Hay quienes siguen la estela tras su esquela, pero son tan pocos que temo no perduren un invierno más. La ficción, en narración o descripción, o se vende al caballero Don Dinero, o se rinde a la facticidad de su vacuidad.
Dickens
200 años atrás nació Charles John Huffman Dickens, en Portsmouth, en la Inglaterra de 1812. Moriría 58 años después, pero 58 años le bastaron para convertirse en un clásico de la literatura narrativa universal.
Capítulo 5: Silencio en el vacío.
No guardaba el temor ningún pudor al dibujarse en los rostros de aquellos que pronto, si no ya, se volverían los otros para sí mismos, mientras Susana, como un cuervo al lado de la campana portando el tramo de un ramo de olivo en su pico de apocalíptico cántico, les observaba.
— ¿De quién ha sido ese grito?
— Querido Ricardo, ¿no tienes recuerdo de la hoz de voz de con quienes yaces?
— ¿Dónde está Adrián? — Susurró si no murmuró.
— ¡Nuria!, patria de Adrián, paria cualquiera, ¿dolían, quizá, demasiado los gritos para no reconocerlos?
— ¡Ya basta Susana, nos estás asustando, ¿qué ha pasado?!
— ¿Susana?... yo no soy Susana.
Y entonces silencio.
— Veo que la noticia cae en ignorancia. Desconfía la conciencia de cuanto creía que conocía con ciencia, con experiencia, y es entonces cuando la filosofía hace su ciencia. Y en ese y este alrededor de terror es momento de conocer al dolor. — Más silencio en un mar ya lleno de vacío —. Habéis sido acusados, habéis sido juzgados y habéis sido condenados; queda ser castigados. Mas soy benevolente e indulgente, quizá por ello inocente. Os daré una última oportunidad de redimiros hacia la redención…
Interrumpió entonces una llamada a un teléfono que sonaba desde las paredes de la mansión.
— Marion, querida, la llamada debe ser atendida. Te dejo el resto, no sin cierto enojo ciertamente por perderme tanto… congojo. Vamos Sara.
Ambas se marcharon mientras los demás miraban a Marion interrogativos, incrédulos y asustados.
— Marion… ¿dónde está Adrián?
— Adrián está dónde debe estar, él ya ha conocido el Fuego Blanco.
— ¿Fuego Blanco?
— ¿De qué va todo esto?
— Susana os ha reunido aquí para vivir o morir, lo cual depende sólo de vosotros. En la mansión encontraréis algunas puertas abiertas y otras no; unas deben seguir así, otras no, y otras las dos cosas. El juego trata de saber cuáles son cuáles. No puedo decir más, pero os aconsejo que penséis en quien está a vuestro lado y en quién, hoy, no ha sido invitado. Quizá esos vengan otro día, quién sabe. Eso depende de Susana. No os molestéis en tratar de volver por donde habéis venido. Y recordad que estas paredes son el hogar del Fuego Blanco. Tenéis hasta la medianoche.
Dicho lo dicho, se marchó.
What’s New Pussycat?
Debut cinematográfico de un joven Woody Allen como guionista y actor, acompañado de un ya famoso Peter Sellers y Peter O’Toole, bajo la dirección de Clive Donner. Un debut poco deseado para Woody quien, debido tanto a productores como actores, tuvo que cambiar tantas veces el guión que al final, parece ser, poco se parecía al original. Un film que recuerda bastante a las películas de Chaplin, como ocurrió con El Dormilón, pero que ya deja, a quienes está acostumbrado, pequeños detalles de lo que sería su famoso humor. Aún así, una trama alargada y repetitiva, comprensible por las complicaciones dichas, que no acaba de cuajar.
Gran tema de Tom Jones.
(I Wish I Had A) Wooden Heart.
En el 2003 David Holmes presentó David Holmes Presents the Free Association, y con la ayuda de Petra Jean Phillipson (I Wish I Had A) Wooden Heart.
Esta vez no sé qué dice.
Autorretrato.
En septiembre de 1889 Van Gogh se pintó en Saint-Rémy, en septiembre de 2009, en la cola hacia el parisense museo d’Orsay, le conocí. En un fondo enrocado en tono azulado angustiado, agitado y perturbado, embutido en un traje de líneas oscuras marcadas por un azul ligeramente más intenso, y entre su rojizo bello y cabello amueblando una piel sutilmente a pinceladas verdosas, sobre las facciones más marcadas de los hombres, aparecen sus ojos, uno rabioso y replicante, otro lloroso y miedoso, casi suplicante. No por nada, de sus numerosos autorretratos, es, probablemente, el más conocido.
Bajo Fondo Tango Club.
Famosa es mi afición a la música de luces, sintetizadores y mesas de mezclas en general tan contemporánea nuestra, pero descubrí un disco naufragando por las bibliotecas digitalizadas de mi hermano que hacen replantearme tal enemistad, hasta cierto punto obviamente. Bajo Fondo Tango Club, ahora conocidos simplemente como Bajofondo, es un grupo de uruguayos y argentinos, en el que destaca Gustavo Alfredo Santaolalla ganador de dos Oscars, que mezclan el tango con lo electrónico y que en el 2002 nos dejaron este Bajofondo Tango Club. Es esta mezcla lo atractivo y seductor, sin duda, que me ha atraído.
Capítulo 4: Nuria
La gente hablaba, la música sonaba y las latas de cerveza hacían su característico ruido al abrirse. Mientras tanto, Nuria intentaba hablar con Marion y con Sara, las “desconocidas” del fin de semana. Siempre me había gustado conocer gente nueva y rara vez había tenido vergüenza para hablar sobre cualquier cosa, hoy, lógicamente, no iba a ser diferente.
Tanto Sara como Marion conocían a Susana del año que ésta paso de Erasmus en Hamburgo. Marion era un poco tímida, y cada vez que le preguntaba algo dudaba al contestar y después arrancaba la respuesta, como si tratase de arrancar un coche viejo que pedía el retiro. No me quedo muy claro si era por el idioma, que no acababa de dominar o porque sencillamente es cortada y le abrumaba que le preguntaran tantas cosas. Por otro lado, Sara parecía mucho más dada a la conversación, además siempre estaba sonriendo y eso es algo que me gusta en la gente.
Tras hablar un rato decidimos ir a dar un paseo por la zona exterior de la mansión. Me giré al resto de la gente para ver si alguien se apuntaba al paseo, pero tras mirarlos deduje que no merecía la pena: Adrián, Juanjo, Roberto y Jose Luis tomaban cervezas y hablaban seguramente de juergas pasadas y de espantosas resacas. Le sorprendía ver a Adrían tan metido en ese tipo de conversaciones cuando sabía que él no disfrutaba de la misma manera de la noche que los otros tres. Recordaba haberle preguntado una vez sobre ello a lo que Adrián respondió con un bufido y un “Hay tiempo para todo”.
Ricardo y Pedro hablaban de manera mucho más discreta y tranquila con Raquel y María, que iban eligiendo las canciones que iban sonando en el ordenador de Raquel. Me hacía gracia ver la tranquilidad de Ricardo, era un tipo tan correcto que le daba un aspecto incluso cómico. Hacía buena pareja cómica con Pedro.
De Susana no había ni rastro. Habría ido a por algún producto de lujo de su padre, como por ejemplo un vino de concurso o algo por el estilo.
En fin, -pensé- vámonos de aquí. Les dije a Sara y a Marion que saliésemos por la puerta principal, bajando las escaleras dentro de la casa y no por las escaleras de la terraza, por dónde habían entrado.
Una vez llegamos a la puerta, me di cuenta de que era realmente enorme, digna de una mansión, o de un castillo encantado de esas películas y libros de aventuras que a ella tanto le gustaban. Se quedo tan embobada mirándola que Marion la adelantó y se dispuso a abrir la puerta.
- Uffff, no puedo abrir- Dijo con su gracioso acento y una cara descompuesta por el acento.
- Igual está cerrada por que es muy vieja o algo y por eso Susana nos ha hecho entrar por la de la terraza- Dijo Sara tras varios intentos fallidos de abrir la puert…
Antes de acabar la frase un tremendo estruendo se apoderó de la casa, seguido de un grito de dolor. Sin pensarlo, dejé atrás a Sara y Marion y me dirigí hacia la sala donde estaban todos.
Lunes bailongo
Erase una vez la ley seca...
Zerstören- Rammstein
Pésimo circo
Norah y amigos
Capítulo III: Un mal presentimiento.
Soy consciente de mi fama de gracioso. Es cierto que siempre tengo una sonrisa en la cara, además me gusta transmitirle felicidad a la gente y que piensen que siempre estoy bien. La verdad es que me gusta realizar bromas y soy una persona irónica, pero no suelo ir con maldad. Pero la realidad es bastante distinta. Dentro de mí hay un mundo que nadie conoce. No soy esa persona risueña, alegre, que todos creen conocer. En el coche, con María, Ricardo y Raquel me lo he pasado bastante bien, la verdad. Quiero decir, no fingía que todo estaba bien y hacía bromas, sino que de verdad me sentía así. Desconozco la razón, pero últimamente estoy de bastante buen humor. Creo que ayuda la perspectiva de pasar un fin de semana rodeado gente que me cae bien, sin preocupaciones y lleno de buenos momentos. Ojalá la vida fuera siempre así. Sin embargo, soy consciente de que cuando acaben estos días, volveré a la cruda realidad, a esos momentos de completa soledad y nadie verá esa otra parte de mí. No importa, de momento voy a intentar pasarlo bien sin pensar en nada.
Mientras reflexionaba todo esto, me acerqué a Ricardo. Siempre me he llevado muy bien con él, pese a que en apariencia seamos tan distintos que la gente piensa que no podemos tener nada en común. Se había pasado el viaje observando por la ventana, completamente inmerso en sus pensamientos, como de costumbre.
La verdad es que no entendía nada, ni observaba ningún cambio en Susana. Sin embargo, enseguida supe que Ricardo tenía razón. Es muy observador y también la persona más intuitiva que he conocido nunca. No sé cómo lo hace, pero siempre tiene razón. Desde ese instante, miré a Susana con otros ojos, intentando ver lo mismo que Ricardo. Poco a poco, me di cuenta del cambio. En los ojos de Susana había una chispa de algo anormal, de algo que no era propio de ella, que no era natural. Intentaba hablar con todos y reír, pero, bajo esa capa de aparente normalidad, había algo que no encajaba. De repente tuve un mal presentimiento. Busqué a Ricardo con la mirada, y por la forma en que me miró supe que él estaba pensando lo mismo que yo. Suspiré. Quizás la cosa no iba tan bien como parecía hasta ahora…
Un escalofrío me sacudió de arriba abajo.
El resto seguía conversando tranquilamente, de forma que quedaban ocultos los ojos de Susana, bajo esa capa de falsa normalidad. Las chicas ya habían hecho su propio grupillo y estaban debatiendo entre ellas sobre si Adri y Nuria estaban liados o no. Me supo algo mal, ya que fui yo quien dijo eso por primera vez. La verdad es que no sabía si tenían algo o no, pero tampoco me importaba, eran mis amigos y mientras ellos fueran felices, me daba igual. Roberto, Jose Luis y Juanjo, siempre inseparables, estaban un poco más alejados, tal vez planeando alguna trastada de las suyas. Nada, que por mucho que intentara desviar mi atención pensando en otras cosas, en realidad no lograba distraerme y dejar de observar a Susana. El mal presentimiento no se iba. Dudé si lanzarme a la cerveza a ver si me despejaba la cabeza, si hablar con Ricardo aparte, o incluso pensé en salir huyendo. Decidí no preocuparme demasiado, al menos en apariencia, ni quitarle el ojo de encima a Susana. Simplemente esperaría. Las miradas de Ricardo y la mía se volvieron a cruzar y supe que él iba a hacer exactamente lo mismo. Bien, a ver lo que deparaba el día…
In Other Words.
Escrita en 1954 por Bart Howard, quien la tituló In Other Words, e interpretada por primera vez en un cabaret por Felicia Sanders, y que logró el reconocimiento cuando Peggy Lee, actriz nominada al Óscar y cantante de jazz y pop, la interpretara en El show de Ed Sullivan. Grabada en 1954 por Kaye Ballard, en 1956 por Portia Nelson y Johnny Mathis, quién la tituló por primera vez como Fly Me To The Moon, nombre con el que se la conocía popularmente, y en 1959 por su cantante original. Tres años más tarde Joe Harnell le daría la fama suficiente para que llegase a nuestros días con su versión Bossa Nova. Desde entonces cantantes de renombre como Julie London, Ella Fitzgerald, Diana Krall o Frank Sinatra, cuya versión de 1964 es la más conocida, la cantan.
Dice algo así:
Fly me to the Moon
Let me play among those stars
Let me see what spring is like
On Jupiter and Mars
In other words, hold my hand
In other words, darling kiss me
Fill my heart with song
Let me sing for ever more
You are all I long for
All I worship and adore
In other words, please be true
In other words, I love you